La transformación en la oscuridad

Hoy estuve en una experiencia de meditación en la oscuridad, en búsqueda de La transformación. Una oportunidad de experimentar un cambio interior a partir de la respiración usando las vocales para desbloquear los chakras. No conozco mucho más. Sólo que asistí y me dejaré llevar por este camino.
Fue una casualidad que me trajo a esta experiencia, aunque siempre he sido escéptica ante aquello que parece mágico, inexplicable o que no parece comprensible a la razón.
Pero si algo bueno tienen las situaciones límites, como la que estamos siendo obligados a vivir en estos momentos, es que nos hacen revisar aquello que creíamos cierto o inamovible -verdad incuestionable-, pero que ahora, cuando la incertidumbre nos gobierna, descubrimos que la única certeza que tenemos es que nada es como pensábamos.
Entendí que hay que explorar, y sobre todo, sentir. Quizás en estos momentos, sea oportuno dejarse guiar por la intuición.
La experiencia empezó con cada quien hablando de sus motivos para transformarse.
Fue un relato doloroso, desgarrador. El país convertido en anhelo, en desengaño, en pañuelo para llorar. La vida en un hilo. Fue un relato contado a varias voces, con distintas entonaciones, todos con el mismo sueño de salvarnos, de recuperar lo perdido, de encontrar herramientas para entender cómo protegernos del horror.
Todos queriendo sentir esperanza.
En un círculo, nos vimos unos a otros, y nos escuchamos. Escuchamos quizás aquello que no queremos escuchar. Fue poner en colectivo un dolor que por ahora padecemos en soledad, como si fuera único. Y al compartirlo de esta manera, el peso se hizo más liviano.
Luego, en la respiración en la oscuridad, que ocurrió al ritmo de un tambor mientras bailamos respirando la "U" como si fuera una danza tribal, liberamos la energía vital. Casi un exorcismo. La oscuridad absoluta, muy poderosa, porque no puedes ver y se trata solo de sentir, o de escuchar. Formas y colores apareciendo ante nosotros, intuyendo lo desconocido. Y el miedo, la esperanza, la rabia. Todo moviéndose.
La oscuridad, que te hace darte cuenta que eres tú, solo tú.
Pero estábamos agarrados de las manos en un círculo, sostenidos por alguien a quien aún no conocemos. Ese era nuestra conexión: un otro aferrado a nosotros. Y una energía moviéndose.
Ahora entiendo cuan parecido al país.
Porque estamos en la oscuridad absoluta, como la experiencia que acabo de vivir: todo negro, ni un atisbo de luz. Sintiéndonos tan solos. Y todos, anhelando el fin de este ciclo, un vuelco total. Quizás, muchos paralizados del susto.
Un país que obviamente está cambiando de manera radical.
Solo nos falta armar el círculo. Enfocarnos en bailar al mismo ritmo, en respirar juntos para hacer que fluya la fuerza en colectivo hacia la misma dirección. Respirar al unísono, haciendo uno el mismo anhelo.
Encontrarnos con un otro para darnos la mano. Y así que fluya la energía vital de la transformación.






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