Transformaciones


Marzo/2018
Ahora soy otra, distinta a la que era antes.
Esta mañana salimos Miguel y yo a hacer ejercicio, acompañados de Whisky y Soda, nuestras mascotas. Pasamos el umbral de la casa sin mirar a los lados, cruzamos la calle y saqué mi teléfono para revisar en Google Maps la forma de llegar al circuito de corredores.
Me di cuenta que saqué el teléfono con naturalidad y que eliminé aquel instinto inmediato de mirar a los lados. Mis alertas, desde que salimos de Venezuela, han bajado al mínimo.
Creo que soy más vulnerable, pero también voy más segura.
El jueves salí de noche, sola. Regresé a las 12. Y no conté las horas para el regreso, ni recé en silencio, no transpiré agitada tratando de adivinar en la oscuridad. Y me asombró ver la vida pasar por la ventana, mientras volvía a casa: la fiesta en la calle, la alegría.
Salí a hacer mercado, y no me asombró la abundancia. No me sentí abrumada sin saber qué marca escoger. Solo tomo lo que necesito, y dejé de acumular arroz o pasta.
El entorno nos cambia. ¿Nos deja ser?. ¿Siempre fuimos así pero no lo supimos?

Septiembre /2018
Me ha costado mucho publicar este blog. Siento que aún no termino de procesar lo que nos ha ocurrido y me resulta muy dificil verbalizar. Por ello el tiempo y el silencio.
Probablemente la nueva que soy, en un tiempo más luminoso y feliz, es evidencia de lo que he perdido, lo que he dejado atrás, en un contexto triste y desesperanzado. Esto del contexto, el entorno, marca mucho. Y oculta el fondo de todo. Quiero decir, que no es tan sencillo.

La verdad, es que nunca me quise ir, y al final siento que he sido expulsada de mi país. Es un exilio. Con todo el dolor que conlleva.

Tengo muchas ganancias, pero también muchas pérdidas.

En este blog me propuse desarrollar estrategias para sobrevivir a la crisis. La idea era permanecer, ser resiliente. Pero al final, nos fuimos del país. Que ahora al escribir, parece una huida, un abandono. Un escape, como si nadara para salvar la vida. Ya aunque mi vida quedó atrás, yo me traje a mí (así como vinieron mis padres, mi esposo, mi hermana y su familia, mi hija, mis perros... Allá quedó mi hijo mayor, mi casa, mis plantas, mis libros, mis amigos, la playa, mi historia en las calles que caminé, en los trabajos que amé.... tantas otras cosas). La vida no se detuvo, y el país, de alguna manera, sigue conmigo.

Me doy cuenta, ahora al escribir, que también esta nueva realidad, requiere ser resiliente, y de construir estrategias para sobrevivir.

Y ahora reoriento este blog para enfocarlo a mi nueva realidad (en la que ya cumplí un año, por cierto): la de ser inmigrante.

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