La fuerza del cambio

¿Where do you live?
I live in Petare. I live en Caricuao. Mi home is in Charallave. I live in El Junquito...

Es mi clase de inglés, con quienes me encuentro todos los lunes y miércoles entre 6 de la tarde y 8 de la noche en la UCV.

Tienen entre 20 y 30 años. Todos son profesionales. Todos trabajan en el día y por eso estudian en ese turno. Son programadores en empresas informáticas, profesores de castellano, dependientas en una tienda, maestros de niños con dificultades especiales, ingenieros, contadores, administradores en un negocio familiar.

Mis compañeros de inglés son gente que trabaja mucho, que se mueve en metro y autobús, que casi no almuerza en la calle porque no alcanza el dinero. A quienes pocas veces llega el agua. Muchos aún viven en casas de sus padres pues no encuentran forma de independizarse.

Todo eso lo he ido sabiendo, porque en la dinámica de aprendizaje se habla de actividades extracurriculares, de práctica deportivas, de vacaciones, de comidas preferidas...

Y en inglés se escuchan los lamentos. ¿How do you say falla eléctrica? y así, explicar las colas por comida, la inflación, las dificultades para trabajar en una oficina del gobierno. Todo dicho en el idioma del imperio.

Muchos sueñan con irse del país. Por eso estudian inglés.

Sin embargo, lo que me motivó a traerlos a este espacio de reflexión, es que asistir a clases con ellos, me renueva de esperanzas, aunque suene contradictorio con todo lo dicho anteriormente.

Que estén allí, en el salón de clases, a pesar del cansancio y de las dificultades, en este momento en el que estudiar es tan poco valorado, a contrapelo de la inseguridad, sobreponiéndose al desánimo y con la dificultad de aprender otro idioma cuando hay tantas emergencias, es una prueba de resistencia. Un ejercicio épico de rebeldía de espíritu, de deseos de superación, de construcción de un mejor país.

No importa que el sueño que impulse ese esfuerzo sea la huida.

Lo relevante es, que en esta dinámica en la que pareciera ganar espacio la violencia, la corrupción, la ineptitud, la falta de escrúpulos, hay una fuerza de cambio subterránea, silenciosa, que motiva a todos estos jóvenes a moverse, a interesarse, a querer aprender algo nuevo, aún en contra de la adversidad.

Esa es la verdadera fuerza del cambio. El impulso vital que mueve al país y al que apuesto, cada vez que me toca argumentar el por qué de mi decisión de quedarme en Venezuela.








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